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Reflexiones sobre adolescencia y confinamiento

Actualizado: 11 nov 2020

La adolescencia es un período de transición entre la niñez y la edad adulta. Aunque ya no son niños, tampoco son adultos con lo cual este período se caracteriza por un gran conflicto interno con variadas manifestaciones.

El grupo de pares es un elemento de gran relevancia en la vida adolescente. La pertenencia a un grupo sirve como vehículo de transición entre la familia como ámbito conocido, y asociado a la niñez, y la búsqueda de su propia identidad. Aunque, muchas veces suele ser también fuente de conflicto con las figuras parentales. Estos enfrentamientos se generan por motivos tan variados como el cuidado personal, la dieta, la vestimenta, los amigos, etc. Los planes familiares ya no resultan atractivos ni estimulantes. Algunos adolescentes suelen aislarse y evitar el contacto con la familia que antes era fuente de diversión y compañía. De golpe su cuarto se convierte en su refugio, en su cueva, donde logran intimidad y se alejan de lo cotidiano familiar.

Otra característica de este período son los grandes cambios corporales que incluyen el desarrollo de los deseos y las pulsiones sexuales con una intensidad que desconocían hasta este momento y que constituyen uno de los elementos más difíciles de asimilar emocionalmente.

Desde lo social, acompañamos este cambio en el posicionamiento subjetivo con ritos como las graduaciones, viajes de fin de curso, el derecho al voto, etc.

El confinamiento, diferente en cada región, ha colocado a nuestros niños y adolescentes en una situación casi comparable a un exilio; en este caso, exilio de su cotidianidad. Según la RAE, exilio es definido como “separación de una persona del lugar en que vive”. Se han cerrado escuelas, parques, centros deportivos, bares, discotecas, etc.; lugares donde habitualmente nuestros hijos desarrollaban su vida diaria.

Con sólo hacer un repaso por algunos de estos rasgos característicos del período adolescente podemos imaginar lo difícil que ha sido para ellos. A todos les ha tocado alejarse de sus amigos manteniendo un vínculo puramente virtual lo cual ha favorecido algo con lo que los padres solemos luchar y es la sobreexposición en redes sociales. Si bien las situaciones familiares son muy diversas, con suerte, han podido mantener la intimidad de su habitación pero, no todas las familias disponen de un espacio de uso exclusivo para el adolescente. Con lo cual, muchos de ellos se han visto obligados a interactuar con la familia más de lo habitual compartiendo momentos que en otro circunstancias hubieran descartado de plano y perdiendo su tan preciada y necesaria intimidad. Horarios de sueños tal vez incompatibles con la rutina familiar. Quizá sus padres antes pasaban poco tiempo en casa y ahora han tenido que permanecer en el hogar por trabajo o por falta de él. Sumemos la frustración por no poder salir y quedar con sus amigos. Muchos también se pudieron ver afectados por la imposibilidad de realizar una actividad física que sirve como descarga. Factores todos estos que pueden haber aumentado el ya conflictivo escenario entre padres e hijos adolescentes.

El confinamiento no ha sido fácil para nadie. Los adultos también hemos tenido que enfrentar situaciones familiares, laborales, económicas y sanitarias que nos tomaron por sorpresa, pero, me atrevería a decir que adolescencia y confinamiento son casi incompatibles.

No es de extrañar que en su natural oposición a lo establecido, algún adolescente haya intentado saltarse las normas. O que haya estado más afectado emocionalmente, más aislado o irritable de lo normal. O, incluso, que haya regresado a comportamientos más infantiles que ya había dejado atrás. Muchos de ellos han perdido el tan esperado viaje con sus amigos e incluso la graduación, ritos de traspaso usualmente muy esperados e idealizados por los adolescentes.

Ha requerido y requerirá una gran dosis de flexibilidad y de paciencia de nuestra parte durante este proceso de desescalada y entrada a la “nueva normalidad”. Pero, no por ello debemos olvidar nuestra labor. Los adolescentes necesitan normas, un marco de referencia al cual probablemente se opondrán, lo discutirán, se resistirán pero finalmente aceptarán. No importa, las normas les proporcionan contención.

También necesitan de nuestra atención y nuestro acompañamiento, diferente al de la niñez, cuestión que como padres muchas veces nos cuesta lograr. Es importante que podamos soltar pero recordándoles también lo relevante del cuidado porque el peligro aún es real. Tendremos que luchar nuevamente con otra característica adolescente que es esa sensación de inmortalidad y lejanía de la muerte, el “a mi no me va a pasar”. No cejaremos en nuestro esfuerzo. No olvidemos que además de todo lo expuesto es una etapa llena de ilusión, expectativas y grandes cambios vitales. Es una excelente

oportunidad para que tomen conciencia de su papel en la comunidad (aunque tengan que dejar un poco de lado el egoísmo tan característico) y “practiquen” su rol adulto.

Les ha tocado ser adolescentes en un momento muy particular. Y a nosotros, acompañarlos. Todos tenemos mucho que aprender, cada uno desde su rol.

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